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Célebre y decisivo encuentro entre las tropas realistas del Gral. Melchor Aymerich y las fuerzas patriotas conducidas por el Gral. Antonio José de Sucre. La batalla -que selló la libertad a nuestra patria- fue la culminación de una campaña que se inició con el triunfo de la Revolución del 9 de Octubre de 1820, cuando Guayaquil proclamó su independencia; pues los patriotas guayaquileños, comprendiendo que la libertad no sería completa mientras Quito estuviera bajo el dominio de los españoles, organizaron una fuerza militar a la que llamaron «Armas Protectoras de Quito», y al mando de Luis Urdaneta y León de Febres-Cordero marcharon hacia el interior para tratar de libertarla. Así, entre triunfos y derrotas, el 9 de noviembre los patriotas guayaquileños culminaron su primera campaña militar con el triunfo obtenido en la batalla de Camino Real, que a más de dar la independencia a Guaranda abrió las puertas de la libertad a las ciudades de Ambato, Riobamba y Latacunga. Desgraciadamente, al poco tiempo los patriotas fueron vencidos en Huachi, Verdeloma y Tanizagua, y tuvieron que replegarse a Guayaquil: Unico bastión que jamás cayó en manos de los realistas. Meses más tarde, llamado por el Gobierno Libre de Guayaquil y enviado por Simón Bolívar, el 6 de mayo de 1821 llegó el Gral. Antonio José de Sucre, quien inmediatamente se dedicó a organizar un nuevo ejército para renaudar la marcha hacia el interior y libertar a Quito. Después de varios meses de campaña militar, sufriendo derrotas y saboreando triunfos, Sucre se preparó para la batalla final, pues sólo Quito permanecía aún bajo el dominio español. En la noche del 23 de mayo de 1822 y oculto por las sombras, el ejército de Sucre -integrado por 2.971 hombres- escaló silenciosamente el volcán Pichincha buscando la mejor ubicación para la batalla; mientras tanto, a la vanguardia, el Gral. Córdova avanzó con el «Magdalena» y encargó al «Albión» la misión de proteger la retaguardia y custodiar y distribuir el parque. Al amanecer del 24 de mayo, en las faldas del volcán Pichincha y teniendo como premio la libertad, la ciudad y el pueblo de Quito fueron emocionados testigos de los momentos más gloriosos de su historia. A las nueve y media de la mañana se iniciaron los primeros disparos. «Desde el comienzo del combate, el Yaguachi y su comandante el Coronel Antonio Morales, en denodada lucha, agotaron los cartuchos y los reemplazaron con la bayoneta. Tremolaba el azul y blanco de la bandera conducida por el joven teniente Abdón Calderón. Estas unidades sostuvieron lo más recio del combate hasta la llegada de Mires con el resto de la infantería» (Dr. M. A. Peña Astudillo.- 200 Años y una Vida, p. 220). La batalla fue larga, sangrienta y feroz. Las fuerzas realistas, conscientes de que su derrota significaría el fin del dominio español en esta parte del continente, enfrentaron con furia y coraje el empuje de los «Hijos de la Libertad» que habían venido desde Guayaquil para, en la «Luz de América», sellar por siempre la independencia de la Patria. «Era estrecho el terreno donde se combatía, lo que fue muy conveniente á los independientes, porque dio tiempo a que arribaran sucesivamente sus cuerpos. Los Cazadores de Paya y el Batallón Trujillo, conducidos por su jefe Santa Cruz, empeñaron la acción y pelearon hasta agotar sus municiones. Fueron relevados por otros dos batallones á las órdenes del general Mires y del coronel Morales; empero á su turno se vieron compelidos a retirarse, no obstante su brillante comportamiento, por falta de municiones que se habían atrasado...» (José M. Restrepo.- Historia de la Revolución de la República de Colombia). Más tarde volvieron a la carga el Paya y el Albión, y el coronel Córdova a la cabeza de dos compañías del batallón Magdalena. El comandante Cestaris acabó con la caballería realista, y al caer la tarde, viendo que ya los españoles no podían continuar luchando, Sucre se acercó a la ciudad y por medio de O'Leary intimó a la rendición de Aymerich, que comprendiendo que ya no podía continuar resistiendo a los ataques de los patriotas, aceptó la honrosa capitulación que Sucre le ofreció. Héroe de esta batalla fue el valiente abanderado del batallón Yaguachi, Tnte. Abdón Calderón, quien a pesar de haber sufrido varias heridas no abandonó el campo de batalla, y envuelto en la gloriosa bandera de Guayaquil permaneció en él hasta que los españoles fueron derrotados. Ese día, cauteloso, Sucre prefirió no entrar en la ciudad de Quito, y esperó hasta el día siguiente para, después de que fue firmada la capitulación, ocuparla victoriosamente.